Varieté

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Oliva


Sé y recuerdo poco, pero me es suficiente para echarte de menos cada día un poco más.

Recuerdo tu bata a cuadros grises y negros, tus libros de la segunda guerra mundial, tu cara de felicidad junto a ella, recuerdo tus sandalias para ir a la playa contigo y con todos. Cuando pasábamos la tarde jugando a pasarnos el balón en la cocina y luego, te peinaba con colonia mientras tú estabas sentado en tu sofá viendo la tele y tú te dejabas hacer. Recuerdo tu colonia, Brummel. Recuerdo cuando sacabas tu dentadura postiza a pasear, a veces me hacías reír y otras me dabas miedo. Cuando era tan pequeño que podía dormir en vuestra cama con vosotros, tranquilo y cobijado. Recuerdo cuando despertamos una noche y terminaste durmiendo en cama ajena.

Sé que jugaste en un equipo de fútbol que fue la antesala del equipo que hoy en día representa nuestra tierra. Que eras zurdo, como yo. Sé que porque decidiste quedarte en España y no partir hacia México hoy en día puedo escribir éstas líneas. Sé que contigo, las cosas habrían sido diferentes. Sé que poco a poco te fuiste apagando...

Llegó mi amigo "Montava", estábamos en clase y recuerdo que me dijo: 

-Me he enterado de que se ha ido, lo siento.

Teníamos seis años.

Con el tiempo, uno jamás olvida de dónde viene y siempre se acuerda de los buenos momentos. Hoy, diecisiete años más tarde, me he acordado de vivir el peor recuerdo que tengo de ti, Germán.




domingo, 26 de agosto de 2012

Vivir mata


Disfrutaba.

Disfrutaba de lo que el consideraba pequeños detalles. Disfrutaba de las charlas, bien fueran de relaciones, de política, de fútbol, de anécdotas pasadas, de críticas o de música. Disfrutaba inhalando humos, bebiendo tragos de zumo de cebada, bajando al parque, dando vueltas por su barrio, por sus calles. Disfrutaba enfundándose sus cascos, cerrando los ojos mientras echaba a andar, los abría y recitaba lo que fluía por sus oídos en voz baja. Disfrutaba de sus paseos en soledad, de sus amigos, sus compañeros, su familia, sus escasos y cercanos viajes que lo desconectaban de la rutina. Disfrutaba reconociendo rostros que le eran familiares, de perfumes que le eran familiares, de su ropa escasa, de su bicicleta, su golden retriever. Disfrutaba de su tierra, la añoraba cual ser querido que se dio a la fuga, sus fiestas, sus trajes, sus bebidas típicas, su gente, sus montes, sus rincones. Disfrutaba de versos, de samples, de muros, de instrumentales, de frases. Disfrutaba cuando se volvía a reencontrar con el mar, con el sol que lo volvía brillante, con la brisa, con el sonido de las olas por las noches. Disfrutaba pero no le era suficiente, se exigía más aún sabiendo que no lo obtendría fácilmente.

Se angustiaba.

Se angustiaba en su habitación, en su casa, en sus calles, en su barrio, en su ciudad. Se angustiaba cada día por quien pudo y no fue capaz de ser. Se angustiaba porque no veía a nadie capaz de compartir su angustia al mismo nivel. Se angustiaba porque le faltaban personas vitales en su desarrollo y evolución. Se angustiaba porque no creía nada de lo que veía, oía o sentía. Se angustiaba porque todo quedaba utópico y lejano. Se angustiaba de envidia, de deseo, de desdicha. Se angustiaba porque no hacía lo que quería, porque trabajaba en lo que no quería. Se angustiaba porque hacía cosas que no deseaba. Se angustiaba por no ser como el resto, por ser como era, por no ser certero, por ser desafortunado.

El mismo amor que recitaba por lo que disfrutaba estaba en la misma proporción del odio que sentía por lo que le angustiaba. Se daba cuenta de que cambiarlo sólo dependía de sí mismo, pero no era constante, todo le aburría, nada le interesaba.

Le echó la culpa de todo a la falta de compañía, de apoyo, de entendimiento. Se acostumbró a vivir con lo pasajero pues todo era así en su vida, antes o después terminaba por lo que luchaba. 

Tenía esperanza pero sabía que sólo tiene esperanza el que desespera. Desesperó demasiado y, terminó escribiendo.

jueves, 12 de julio de 2012

Cenizas


Era enano, pero recuerdo estar en casa y asomarme al balcón de la parte de atrás para ver las llamas. Era de noche y aquello parecía el mismísimo infierno. Estaba acostumbrado a salir a ese balcón y ver un paisaje lleno de monte verde, aquel día vi la otra cara de la moneda, con llamas tan elevadas esa noche era difícil de asimilar.

Años más tarde íbamos a un camping cercano donde ocurrió aquel incendio. El camino para ir hacia el camping lo recuerdo desolador, era todo gris, los troncos lucían negros y astillados, eso los pocos que quedaban en pie.

Con el tiempo, todo ese paisaje gris se fue tornando colorido de nuevo. Se encontraban nuevos brotes, las flores volvían por primavera, se podía ir en bici y disfrutar de un paseo acompañado del canto de los pajarillos, los mayores volvían a ir a por romero, pebrella, savia y demás plantas.

Desde entonces, siempre que sale un fuego por la televisión, antes de que digan donde se ha declarado siempre pienso, mientras no sea en Mariola o en la Font Roja... Y sí, es un pensamiento egoísta, pero es donde me crié, que le voy a hacer.

Hoy, unos dieciocho años después, he vuelto de trabajar y gracias a las redes sociales me he enterado de que volvía a arder "mi monte". La alegría que me daba bajar el puerto de Albaida, coger esa curva que encaraba hacia Muro y ver todos esos montes tal y como los había visto la última vez que marché de mi tierra, se volverá tristeza la próxima vez, pues cuando vuelva preveo encontrarme el mismo paisaje desolador de hace veinte años.


He de agradecer tan amarga agonía que pasaré el día que vuelva por allí a D. Mariano Rajoy y sus secuaces A.K.A. El gobierno valenciano, que gracias a su derroche estamos pagando unos recortes que D. Mariano dijo que jamás pondría en práctica. Lamentablemente, tanto el derroche previo, como el recorte a posteriori, tienen consecuencias también en el ámbito y ambiente natural. Falta de limpieza de nuestras montañas y parajes naturales traen consecuencias, que al fin y al cabo, pagamos los de siempre y como siempre.

domingo, 24 de junio de 2012

I like it






Dicen que, no debo pensarte todo el rato,
Eso yo no sé.
Me dicen que, yo debo olvidarte poco a poco,
¿Cómo debo hacer?,
Si junto a ti, junto a ti me conocí.
Que fácil es decir,
Pero así no sé vivir.
Todo le di, todo le di.
Y sé que es verdad,
Que espero algo más aunque no llega
Y quizás nunca lo haya
Pero no sé de otra vida
Ésta me hace olvidar la realidad.
Aunque me joda,
Eres tú.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Corsa

Yo sabía que coche era. No hizo falta que me lo dijeras. Lo intuí. Sabia que era rojo, un Opel, no estaba seguro si un Astra o un Corsa, tuve mis dudas pero aposté por el Corsa. Fui más allá y te dije, tienes los cristales tintados. Adiviné sólo con mirarte y con apenas unos días conociéndote.

Te ofreciste un buen día a acercarme a casa, y lo rechacé (menudo inútil), pero al poco tiempo volviste a proponerme lo mismo y esa vez no dudé. Vimos a aquel tipo de las dilataciones y los tatuajes con el que tan bien te llevabas y que a mi me ponía celoso sin que tú lo supieras, me sentí importante viendo como yo subía a tu coche y él no. Fue la primera vez que me senté en el asiento del copiloto. Estaba lleno de peluches, bolis colgando del retrovisor interior, me lo enseñaste todo y me explicaste el por qué de cada cosa. Pensaba que un Corsa era más pequeño por dentro pero lo vi muy espacioso. Me dejaste en casa.

Pasó bastante tiempo hasta que me volviste a llevar. Quedamos, tomamos unas cervezas y hablamos largo y tendido. Desde entonces, no pasaban ni dos días y siempre iba contigo en el coche. Me acostumbre enseguida, incluso me parecía excesivo y te dije que no era necesario que hicieras de taxista para mi, pero tú lo hacías de buena fe, el brillo de tus ojos no lo negaba, te gustaba verme allí.

Hicimos travesuras, un parking en un centro comercial, un garaje privado... Mi vergüenza agonizaba en aquellos instantes, me hacía sentir vivo esos momentos.

Un día decidiste dejármelo para resguardarlo mientras tú andabas ocupada. Ese sonido no paró hasta que lo aparqué. Revisé cinturones, puertas cerradas, freno de mano juraría que está quitado... Luego descubrimos que fue el freno de mano, no estaba del todo quitado, menuda cara de tonto se me quedó mientras tú reías.

Viajamos con él para tomar oxígeno de otros sitios diferentes. Tuvimos discusiones tontas por no acertar por cual ruta debíamos ir. Culpa mía. Volvimos a tomar aire fresco y de costa, menudo viaje de ida, aquella carretera sinuosa ya de por sí, las obras, el control de la Guardia Civil... El viaje de vuelta más tranquilo en cuanto a pavimento se refiere. Derrapaste mientras decías, ¿Es por aquí, no? Te equivocaste de camino, pero que risas nos echamos. Veinte minutos más tarde, habíamos discutido en el peaje por una tontería, más tarde, estuvimos cerca de tener un accidente. Yo pensé, no se me ocurre una manera mejor de morir que contigo y con el coche que tantas veces me había hecho feliz. Sí, es un poco agorero y tétrico haber pensado así, pero así lo sentí.

Llegamos, me dejaste en casa, y cuando bajé noté que algo no iba bien. Estaba en lo cierto, nuestra relación tocaba a su fin, ya no iba a montar en ese coche tan asiduamente, o quizás nunca más.

Desde entonces, sólo veo Corsas rojos por todos lados o simplemente Corsas. Siempre miro en el asiento del copiloto y recuerdo todas las cosas que me hiciste vivir en un asiento como ese, buenas y malas. Los veo reflejados en cristales, aparcados, por el retrovisor interior de mi coche, veo Corsas hasta cuando no son Corsas pero son rojos. Créeme, no hay pocos coches rojos, y Corsas en su mayoría rojos.

Hoy me has dado la oportunidad de ver de nuevo el Corsa rojo que conduces, tú no estabas dentro pero yo sabía perfectamente por donde lo habías dejado aparcado. He dejado un te quiero escrito para ambos dos, para ti y para el coche.

Y a mi que me gustaría que eso significara un punto y aparte, pero conociéndome, voy a seguir viendo ese coche en todos lados aun no siendo el mismo, me voy a ver ahí dentro metido.

Siento no haberte intuido, conocido y sabido que decir como el día en que quisiste decirme que coche poseías. Atrás quedan todos los días felices que pasé junto a vosotros dos, lástima, estaba dispuesto a escribir un libro si hacía falta por ese coche y por ti, pensé que esa historia daría más de sí. Sin embargo, ahora tengo que conformarme con un final triste y con apenas un par de folios.

domingo, 15 de enero de 2012

Cuando se antoja complicado

-No sé, yo si veo que no tengo posibilidades desisto...

Siempre temiendo contestaciones como esa pero...¡Qué coño! Ya tienes lo que buscabas, las palabras que definen un camino que se bifurca muy a tu pesar pero que, en parte te dejan tranquilo y te alejan de aquello que jamás podría funcionar.

Y la medicina no es otra que los tuyos, los que siempre están ahí. Cuéntales que ocurre, comparte unas cervezas, fuma, bebe, rie, llora si es preciso, sal a la calle y siente la brisa en tus pómulos, hipnotízate observando cualquier cosa absurda que antes no le habías dado importancia y no pienses, actúa. Es un pulso en el cual no vence el más listo, lo pierde el más despistado y no lo gana nadie, sólo tu interior, que se desquita de recuerdos que pasarás a olvidar, pues lo malo no lo quieres en tu memoria.

Para todos los que nos disgusta la palabra amor cuando notamos que no la podemos volver a sentir.

¡Ey! Hay alguien ahí fuera que está esperando que cruces una mirada, intercambies unas palabras, y que todo lo que sentiste una vez y no valió la pena ésta vez sí funcione. No decaigas, vente arriba y sé fuerte ya que, tienes gente a tu alrededor que te harán ver las cosas de diferente manera y te ayudarán a encontrar esa felicidad que un día soñaste. Solo no llegarás lejos, no te abandones, eso sí que no tiene cabida en un final feliz.

Mensaje de ánimo para uno de los míos. ¡Siempre fuertes!

lunes, 26 de diciembre de 2011

2011

Trescientos cincuenta y pico días hace que empezó y no veo el día en que concluya.

Con sentimientos que no se correspondían, con una tasa de alcohol aún en sangre desproporcionada, con propósitos, desperté a medio vestir y rodeado de objetos en mi cama. Así estrené yo el nuevo año.

...

El jueves anterior ya dí señales premonitorias. Llegué a la zona de bares a la una de la madrugada, y según cuentan, salía de ella hacia las tres con una ingesta de bebidas etílicas suficiente como para no acordarme prácticamente de nada hasta que, poco a poco fueron pasando los días y empezó a cuadrar toda la historia. Arrastrandome literalmente por las paredes, vomitando en un contenedor de basura, al final llegué a un taxi que me llevo a casa. Cerca del portal de mi humilde morada, tropecé contando los cambios que me había dado el taxista y cayeron al suelo. Traté de recuperarlos, pero al ir a recogerlos sólo conseguí tropezar de nuevo y caer de ceja. ¿Cómo se cae de ceja? Muy fácil. Se trata de perder todo equilibrio que el cuerpo humano ostenta, olvidar que posees extremidades en la parte superior de tu cuerpo y abalanzarte al suelo con el único apoyo de la ceja derecha.

...

Tener una bola venida a menos en tu ceja con el paso del tiempo era algo totalmente normal, después de las borracheras que me venía cogiendo últimamente. Lo que no esperaba una semana más tarde era combinarla con otra malformación, esta vez en el hombro izquierdo. Consejo: No corraís si vaís ebrios.

Eché a correr, tropecé ( Sí, una vez más ), me olvidé de mis extremidades de nuevo y caí de hombro. Conclusión, luxación acromioclavicular del hombro izquierdo. Tres meses largos de baja, cerca de veinte días con el brazo en cabestrillo, y un dolor importante.

...

En junio decidí tatuarme lo que toda mi vida arrastraré, la falta de dos personas que se fueron. Una porque quiso y la otra como dicen por ahí, porque estaba apuntada.

...

En julio termine de cancelar el crédito que me faltaba de mi coche. Y también fuí a disfrutar de un día sin pensar en nada, con cervezas, barbacoa y psicotrópicos.

Disfruté de mi cumpleaños con sandwich de york&queso y otros de nutella que, reposaban en platos de princesas Disney. Disfruté de la compañía de los míos.

...

Llega septiembre y se me comunica que tengo que desplazarme hasta la playa a celebrar el cumpleaños de un cabrón. Asi que, compro mi billete de AVE, disfruto del viaje y me planto en el apartamento donde se celebraba dicha reunión sin que el cabrón que cumplía los años supiese nada. Menuda noche, menuda sorpresa. ¡Qué gran cumpleaños!

Por cierto, y sin que tenga nada que ver con lo anterior, continuando la mala racha, pierdo una amistad.

...

Por fin, vacaciones en noviembre (mi jefe es así de caprichoso, no hay vacaciones en verano, ¿Curioso verdad? Cuanto menos estúpido.).

Me voy a mi tierra, tengo comprado el billete y llego tarde al primer bus, asi que tengo que comprarme un billete nuevo para el siguiente que sale. Las última noticias que tengo de mi tierra es que mi abuela se esta despidiendo de la familia, quiere emprender un nuevo viaje. Llego a Alcoy, como, y marcho a verla. Mi tio me deja a solas con ella. Triste, empiezo a hablar con ella, para hacerle ver que poco a poco y conforme hemos podido, hemos salido adelante todos sus nietos e hijos. Quiero que marche tranquila y sin preocupación. Su respiración lenta y bronca no me da esperanzas.

Al día siguiente por la mañana me llaman para decirme que mi abuela ya ha cogido el primer vuelo rumbo al paraiso. Se veía venir, pero siempre le agradeceré que me dejara verla por última vez, supo esperarme, identicamente como lo hizo mi otra abuela. Esto último es lo que más me hace pensar.

Vuelvo a Zaragoza, pensando que las cosas no pueden ir peor este año. Murphy ahí estaba para recordarme que cuando las cosas van mal, siempre pueden ir peor. Y así fue.

Bajé la basura, vi el humo negro y denso que provenía del garaje, luces de sirenas de policía, bomberos y ambulancia. Pasado un rato me confirman que mi coche está implicado. Siniestro total. Puro carbón. A discutir con las aseguradoras toca.

Ni que decir tiene que era el primer día que estrenaba mi plaza de garaje, y que el coche estaba recien sacado del taller listo para su venta.
...

¿Y ahora? Ahora me remito al principio de la historia. No veo el día en que este ciclo termine.

Con un hombro malformado, con un coche calcinado, con una amistad menos y con una persona que jamás regresará. Así pongo el punto y final a este fatídico y horroroso año. Y no, no deseo que el año que viene sea mejor, solo deseo que sea, sin más.